Browsing by Author "Eguiguren Canales, Santiago"
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- ItemLa Manzana Mordida(2023) Eguiguren Canales, Santiago; Celedón Forster, Alejandra; Navarrete Carrasco, Nicolás Pablo; Pizarro Pinto, Felipe; Pontificia Universidad Católica de Chile. Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios UrbanosUn objeto puede aumentar su valor sólo por estar protegido o distanciado. Algo similar a lo que Walter Benjamin entendía como el aura de las cosas. Las vitrinas enaltecen lo que protegen a través de la distancia, física o de posesión, generando deseo en quien esté enfrentando el cristal o lo que esté resguardando el objeto. El escaparate es una estrategia visual que adoptan los lugares que tienen algo para exhibir, como los museos y los centros comerciales. Sus orígenes tuvieron relación con las exposiciones universales, una de las más importantes ocurrió en Londres, el año 1851. Una enorme multitud deseosa recorría el Crystal Palace dejándose llevar por los sentidos durante horas entre las vitrinas de cada país. Este fenómeno hipnótico fue adoptado por el comercio con distintas intenciones, como la idea del arquitecto ucraniano Friedrich Kiesler, quien entiende la vitrina como un cruce entre la composición artística y la interacción social. En el otro extremo nació un acercamiento basado en la rentabilidad comercial, que adoptó la exhibición como un negocio y estudió la manera de inducir aquella hipnosis. Esta última fue un germen inventado por un austríaco que intentaba alivianar el suburbio antisocial dándole la espalda a las autopistas norteamericanas. Ambas llegan a Santiago de Chile en distintos momentos. Primero, los pasajes europeos de interacciones sociales y vitrinas escenográficas horadaron el centro. Algunas décadas más tarde comenzó una segunda horadación, esta vez por parte del retail, que cerró las ventanas que miraban la calle creando espacios inmersivos, apartados de la ciudad. La manzana sur poniente de la Plaza de Armas, donde se encuentra -entre otras cosas- el Museo Precolombino y el Pasaje Agustín Edwards, evidencia este traspaso histórico y la constante tensión entre tipologías de exhibición. Todavía quedan algunas de las vitrinas del diseño original del Pasaje, las tiendas que las mantienen abren sus puertas pocas horas al día y ofrecen productos difíciles de encontrar en otros lugares. La más antigua de ellas compra y vende sellos, estampillas y objetos de colección. Otras ofrecen maletines de cuero hechos a mano, un par de locales venden objetos de ortopedia y cada tanto, aparece escrito con letras luminosas “joyería” o “compro oro”. En el subterráneo, de los treinta locales no quedan más de diez. El resto están vacíos y oscuros, la luz fluorescente del pasillo entra y permite notar la profundidad de los espacios a través de los grandes paños de cristal que reemplazaron las vitrinas. En una parte del subsuelo, la galería pasa a ser un pasillo estrecho, donde las fachadas de lo que eran tiendas, en vez de mostrar su interior, limitan la mirada con gigantografías de la multi tienda Tricot. Es posible entender la galería Edwards como una suma de sus partes, sus vitrinas, tiendas, restaurantes, cines, oficinas, vivienda, incluso el museo, sin embargo, hoy esta composición es fragmentaria, interrumpida por la vacancia y por las nuevas tipologías del comercio que están modificando la manzana desde afuera. Mientras las estrategias comerciales cambian, los pasajes se están transformando en atajos silenciosos, el ruido de la calle no entra, la gente ya no se reúne, unos pocos clientes de traje y maletín dan uso a las pocas mesas de los restaurantes que sirven almuerzos en la diagonal del pasaje. El Pasaje Edwards apenas resiste a las multitiendas que están canibalizando la manzana. La galería como programa está pasando a ser únicamente una forma construida. Ya no encapsula la ciudad. Si la ciudad entra en ellas y las actividades de hoy se reintegran, podrían reformularse como un microcosmos de la ciudad actual en vez de transformarse en insípidos centros comerciales. Si poco a poco las galerías se convierten en túneles de cortinas de hierro y carteles de arrien do, ¿qué rol cumplen estos escenarios vacantes?, si aquel personaje moderno que recorría los pasajes por recreación ya no existe, ¿quién es el usuario actual de la ciudad? y considerando que el comercio inunda el espacio público contemporáneo , ¿qué cruce productivo puede producir la arquitectura entre el consumo y el arte?.